Por Alan Pearson, Mabey Bridge
Mi historia con el puente Bailey se remonta a mi carrera profesional como ingeniero Real. Entonces creía, y lo sigo creyendo, que no existe mejor obra de ingeniería.
El puente, que fue inventado por Donald Bailey durante la Segunda Guerra Mundial, se podía montar fácilmente con distintas configuraciones. Además de su importancia a la hora de conseguir la victoria durante la Segunda Guerra Mundial, su sencillo diseño le permitió servir a las tropas militares con eficacia durante décadas después. Ahora, a medida que se acerca el 75o aniversario del puente Bailey, quiero asegurarme de que también se rinde homenaje a su contribución por mejorar la vida de civiles.
Tras marcharme del ejército hace más de 22 años, comencé a trabajar para Mabey, empresa que fabricaba los más ligeros, resistentes y modernos sucesores del puente Bailey, entre ellos el Super Bailey, Mabey Universal, Compact 200 y el puente de apoyo logístico (LSB). Siempre me habían resultado obvias las ventajas del puente Bailey para aplicaciones no militares: se puede construir y montar a mano con rapidez, y reduce al mínimo los costes para los gobiernos, las autoridades locales y los trabajadores humanitarios. Sin embargo, no fue hasta que comencé a viajar por el mundo para ofrecer formación en la construcción de estos puentes de acero modulares a diversas comunidades cuando advertí las enormes repercusiones que tienen en las vidas de la gente, desde habitantes de ciudades de gran tamaño hasta integrantes de comunidades indígenas en países subdesarrollados.
Hasta la fecha, he visitado 94 países en total con Mabey, donde he enseñado a los habitantes locales a construir estos puentes que les cambiarán la vida. En algunos casos, los desastres naturales han provocado el derrumbamiento de puentes existentes, mientras que en otros se trata de una iniciativa a nivel nacional por mejorar las infraestructuras existentes. Independientemente de las circunstancias, he visto a comunidades experimentar una transformación absoluta. Estas son las tres repercusiones que considero más significativas:
Las nuevas conexiones generan nuevas fuentes de ingresos
Tan pronto como los empresarios de la zona descubren que se va a construir un puente, ¡ven la oportunidad de hacer dinero! Cuando llegamos al Congo en 2015, descubrí que había un servicio regular de ferry que llevaba a los turistas de un lado al otro del río. Sin embargo, resultaba peligroso durante la temporada de lluvia, mientras que durante la temporada alta apenas había suficiente agua. Nuestro puente de 130 metros de longitud iba a cambiar la situación. Los habitantes locales no podían creer que fuéramos a instalarlo en tan solo 35 días. ¡Habían pensado que íbamos a pasar meses allí! Los empresarios aceleraron sus planes de construcción de restaurantes y gasolineras nuevas para atender a turistas y viajeros, y una nueva comunidad nació ante nuestros ojos.
El empleo de habitantes locales favorece a las comunidades
Lo bueno de los sucesores del puente Bailey es que se construyen con gran facilidad, de manera que solo requieren a un formador experimentado y una plantilla de empleados locales con ganas de trabajar. En 2007, el estado de Cachemira en Pakistán se intentaba recuperar de un catastrófico terremoto en el que murieron 50 000 personas. Como parte de las labores humanitarias, el gobierno británico suministró treinta puentes, por lo que acudí allí para enseñar a un equipo de ingenieros y comerciantes locales a construirlos. Uno de los mejores momentos de mi carrera fue regresar años después y descubrir que este equipo había formado a 20 personas más, quienes a su vez habían formado a otras 20 personas, para así poder construir una gran cantidad de puentes. En las peores circunstancias imaginables, adquirieron nuevas habilidades y transmitieron sus conocimientos. Está claro que, cuando los habitantes de la zona se encargan de realizar el trabajo, se sienten más responsables y orgullosos del puente construido. Además, por supuesto, reciben un salario, por lo que una parte de ese dinero vuelve a invertirse en la comunidad local.
Los puentes salvan vidas
El objetivo principal de un puente es, sin duda, garantizar que las personas puedan llegar de A a B de la forma más segura posible. Es algo que en los países desarrollados damos por hecho, pero en todo el mundo todavía hay demasiadas personas que arriesgan su vida para poder acceder a servicios vitales. Cuando fui a Mali en 1997, los habitantes locales me informaron de que cada año morían entre 20 y 40 personas intentando cruzar el río Bakoye. Fue impactante ver los vehículos que se había llevado el agua y escuchar historias sobre quienes arriesgaban su vida realizando el peligroso trayecto en una canoa o barca. En cuanto los habitantes locales descubrieron que íbamos a construir una manera segura de cruzar el río, dejaron de intentar llegar al otro lado y acamparon a la espera de que acabásemos. El trayecto era tan peligroso que merecía la pena esperar.
Con el 75.o aniversario del puente Bailey a la vuelta de la esquina, deberíamos celebrar que ha permitido un acceso más rápido, seguro y eficaz en una gran diversidad de entornos existentes. Es una verdadera obra de ingeniería, tanto para aplicaciones militares como civiles.